¿Sabemos ser inteligentes emocionalmente? ¿queremos que nuestros hijos e hijas lo sean?
Cuando queremos saber si una persona es inteligente parece que no hay duda, valoramos si una persona es inteligente académicamente y ahí nos quedamos… pero; ¿este tipo de inteligencia es la predictora de éxito en el ámbito personal? ¿no hay más u otras inteligencias? ¿acaso no valoramos otras cosas como el hecho de encontrarnos con personas que saben escuchar, mirar, comprender sin juzgar, que muestran alegría, saben saludar y despedirse, sacar partido a sus contrariedades, expresar lo que les pasa sin monopolizar conversaciones, ayudar o prestarse a ello sin perder los papeles ante el estrés personal sin chillar ni gritar como manera de resolver sus conflictos…?
Yo lo tengo claro y así lo expongo en mis talleres, una persona con éstas últimas características sin duda es una persona exitosa emocionalmente y por lo tanto personalmente: saben estar, se conocen, expresan lo que sienten y se regulan utilizando sus propias estrategias, se motivan fácilmente, dicen lo que piensan sin faltar al respeto, saben decir un no cuando así lo sienten, y saben captar muy bien las emociones de las demás personas, utilizando un lenguaje facilitativo y comprensivo. Para mi, lo más importante no es tener una mente brillante que te hable de conocimientos técnicos, sino un corazón paciente que te escuche y te comprenda.
Inteligencia emocional y menores: el reto de la educación y de la sociedad
No hay duda de que venimos y aún estamos en una educación disciplinaria, poco o nada atenta a las características individuales y muy localizada en los resultados académicos, entendiendo éstos como buenos o malos. Es verdad que cada vez más se empieza a valorar la inteligencia emocional, la importancia del autoconocimiento, de la autorregulación emocional, de la motivación, así como de las habilidades sociales y empáticas; ¿pero sabemos gestionarlo con nuestros menores?
Ante un estallido emocional, como un gran enfado que termina en pelea; ¿cómo reaccionamos con nuestros menores?; ¿les dejamos solos o solas?¿les castigamos? ¿ les ayudamos a gestionarlo, ayudándoles a identificarse con la emoción? ¿les damos herramientas para que aprenda a controlarse? O tal vez, actuamos igual que ellos o ellas, enfadándonos por su reacción y teniendo otra reacción igual o parecida?
Es importante recordar que nuestros menores aprenden de nuestras reacciones por encima de lo que decimos, aprenden por lo tanto de nuestro lenguaje no verbal y corporal (el tono en como decimos las cosas, el volumen y los gestos).
¿Cómo podemos ayudarles ante emociones intensas (rabia, ira, enfado…) cuyas consecuencias no son las deseadas, pegar, gritar, morder, tirar…?, ¿cómo ayudarles como padres y madres para que sean personas inteligentes emocionalmente?
Antes de empezar con algunos puntos, recalcar que han de saber que por encima de lo que hacen, están ellos o ellas como personas a las cuales queremos. Decírselo es una muy buena manera de fomentar su autoestima e inteligencia emocional. Decirles que les queremos, que estamos orgullosos/as de lo bien que han hecho algo, que les echamos de menos cuando estamos en el trabajo es de gran ayuda. No basta con pensarlo, hay que decirlo de una manera habitual. Así les respetamos, les aceptamos y valoramos de una manera incondicional, demostrando que nuestro amor no depende de nada. ¿Estamos mirando incondicionalmente a nuestros hijos e hijas o nuestro amor hacia ellos depende de algo (resultados académicos, comportamiento, actitud, etcétera)?
Estos son algunos de los puntos básicos e importantes para fomentar la inteligencia emocional en menores de corta edad que trato en los talleres sobre esta temática:
1. En señarles a regular sus emociones. Los niños y las niñas necesitan que sus adultos les enseñen a identificar y gestionar sus emociones, a que pongan nombre a sus emociones y se identifiquen con ellas. Aceptar los sentimientos que están teniendo y ayudarles a ponerles un nombre, hace que se sientan comprendidos/as y van a observar que tienen derecho a expresar cómo se sienten. “Cariño, veo que estás enfadado/a, es normal, te hubiese gustado quedarte más rato con tus amiguitos/as y nos hemos tenido que ir a casa”.
Es importante que aquí no pongamos muchas palabras ni les demos sermones, porque en ese momento el niño o la niña está en una curva emocional donde está utilizando el hemisferio derecho, que es el que se encarga de las emociones, en vez del izquierdo que es el que se encarga del razonamiento lógico.
2. Nunca taponar sus emociones y negárselas: “no llores, no es para tanto, te quejas mucho”, respetar sus reacciones y aceptárselas es básico para no contradecirles acerca de su sentimiento.
3. Permanecer a su lado cuando han estallado emocionalmente y escuchar lo que les pasa sin juzgar ni opinar. Hay veces que, el niño/a se frustra, no hemos sabido entenderle… y estalla en un llanto incontrolado. Puede ser que tenga momentos de pataletas, de pegar o dar patadas, en estos casos, nuestra presencia aún más es primordial para que no sientan que le abandonamos o nos vamos. Igual que nos quedamos al lado de alguien que sufre, nos quedamos a su lado.
4. Favorecer su capacidad reflexiva. Es importante que les ayudemos a pensar sobre las emociones que sienten, lo que piensan, cómo se comportan y su impacto, si las consecuencias de sus actos son acertadas o no, si podrían haber actuado de otra manera y por qué. Este punto a su vez, es un trabajo muy interesante para los adultos porque puede agotarnos cuando no hemos desarrollado el hábito de este punto.
5. Ofrecer una alternativa para que descargue su enfado una vez que hemos gestionado de manera adecuada el punto anterior. Hemos de enseñarles nuevas herramientas para gestionar sus emociones. Vamos a ofrecerle diferentes alternativas, algunas funcionaran unos días y otros días tendremos que utilizar diferentes, lo importante es que los acompañemos en su enfado en vez de intentar reprimirlo. Es importante guardarnos la palabra “no” para cuando sea realmente necesario. Podemos probar con: el movimiento, que salten, corran, que cojan plastilina y la aplasten, que pinten, golpeen un cojín, utilizar un bote de purpurina antiestrés, enseñarles a que respiren, u otras alternativas que puedan funcionar… Por ejemplo: ¿muéstrame lo enfadado que estás? ¿Cómo es de grande tu enfado? Vamos a dibujar tu enfado a ver qué color y forma tiene. Vamos a rugir como leones para que me muestres lo enfado que estás. Quieres que apretemos un cojín muy fuerte para ver cómo es tu enfado?
Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite”
-Robert Louis Stevenson-
Os dejo un enlace que os puede resultar de interés
http://acertijos-y-adivinanzas.com/